7 de marzo de 2008

Lucecitas blancas que tiemblan en un cielo negro y hablan de promesas azules. Los pueblos salpicados por el horizonte, como mares de luciérnagas de colores que me recuerdan que de noche incluso la crueldad descansa. Y me siento tan bien...

A veces al llegar a casa, me quedo un rato dentro del coche mirando el cielo, igual que me miran a mí los marcianos y los pasajeros de los aviones mientras duermo.

Con cierta ternura y desde lejos.

2 formas de verlo:

Madieta dijo...

Lástima que lo de que de noche la crueldad descanse sólo sea una licencia poética.

Morgana dijo...

Ay, sí! es como una victoria o una certeza o una tranquilidad -no sé que palabra ponerle-, el llegar a casa y quedarte un rato dentro del coche, digo.

Besos!