No sabía que los ruiseñores no paran de cantar después de la lluvia, incluso de noche. Ni que el sur de Francia fuese tan bonito -a pesar de los franceses-, o que beber vino escuchando los cantos locales me volviese plurilingüe como por arte de mágia.
Ni me imaginaba que las viejecitas europeas pudieran llegar a ser tan encantadoras, que se puede llevar un niño pequeño colgado de una bufanda enorme, y sobre todo que aún haya gente capaz de atreverse a vivir de lo que crea. Personas que son como Dios -si es que existe-, porque sacan vida del barro y así se sienten felices, porque les es posible todo lo que brota de sus manos.
Y después de surcar las tierras, los mares de cereal y las montañas, al volver a casa, me he dado cuenta de que aqui también cantan los ruiseñores después de la lluvia, de que sencillamente nunca antes de ahora les había prestado atención.
Les oigo decir "aquí estoy, este árbol es mío ahora".
1 de mayo de 2007
Cosas nuevas que he aprendido gracias a tí
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2 formas de verlo:
sospecho que la manera en que lo has hecho es la más bonita para aprenderlo...
totalmente de acuerdo... los ruiseñores siempre cantan después de la lluvia ;)
Estaría genial lo de volverse políglota sólo con oír cantos en otras lenguas...
Besos.
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