25 de enero de 2009

la ventolera

Antes:
Observese el enorme pino que se ve detras de la casa, en el centro de la fotografía, al lado de la furgoneta. Hay que tener en cuenta que se ven unas 2/3 partes del pino, falta casi toda la copa...



Despues:
Ahora tenemos un tótem en lugar de un pino, y no ha sido la única víctima, solo que los otros no han roto casi nada.
En próximos capítulos os explicaré como hemos sacado la furgoneta de alli sin hacerle aún más daño.

19 de enero de 2009

pobres chuchos...









Los domingos de invierno por la tarde son tan aburridos...

15 de enero de 2009

Los dias van cayendo y se extienden por el suelo de casa, amarillos y crujientes. Serán las heladas. Me estoy quieta y los veo caer. No se me hacen largos. No me aburro. No me desespero aunque no salga de casa.

Recojo los días caidos. Con ellos enciendo la estufa y los miro quemar.

Me caracolo, espero y duermo. Te toco cuando te mueves y te digo tontadas. Como buena anfitriona intento que estés lo mejor posible aqui dentro, imagínate, hasta el punto de perdonarte este invierno.

Este invierno si que te lo puedo perdonar.

Intento asumir la enormidad de una frase que no para de rondarme por la cabeza: si tienes un poco de suerte nunca más estaré realmente sola, ni aún si así lo quisiera.

Quiero verte. Quiero tenerte encima. Quiero ser tu desayuno.

(... y sigo pensando en el chocolate con churros. Del sábado no pasa)

12 de enero de 2009

Poseida (o como sucumbir al antojo)

Ocho menos cuarto, te acerco al tren que te conducirá al curro, y no me preguntes como, entre la atención a las curvas saladas, los dos grados persistentes, el sueño y la pereza, me viene a la cabeza un chocolate con churros.
Chocolate con churros. Churros con chocolate. Da lo mismo el orden de los factores: se genera el antojo. Por supuesto, ya he desayunado, los antojos no responden a necesidades ni a nada lógico, son simples ataques de vicio.
Total, que a la vuelta del tren, ocho y media, incrédula de mí misma, paso de largo la salida que conduce a casa y tiro para el pueblo a consumar mis deseos.

Y aprendo algo: los lunes no abre la churrería.

Dudando entre esperar a que abra la oficina del consumidor para dejar constancia de mi queja y mi desolación y volver a casa con el rabo entre las piernas, he pasado por el horno de la esquina. Me acabo de zampar un trozo de coca de aceite recien hecha y una ensaimada. La desesperación a veces lleva al exceso, pero no he podido evitarlo.

Lo peor esque sigo pensando en el chocolate con churros/churros con chocolate, y costará horas y seguramente una siesta poderme sacar temporalmente las ganas de la cabeza.

¿Crisis?

¿Qué crisis?