12 de enero de 2009

Poseida (o como sucumbir al antojo)

Ocho menos cuarto, te acerco al tren que te conducirá al curro, y no me preguntes como, entre la atención a las curvas saladas, los dos grados persistentes, el sueño y la pereza, me viene a la cabeza un chocolate con churros.
Chocolate con churros. Churros con chocolate. Da lo mismo el orden de los factores: se genera el antojo. Por supuesto, ya he desayunado, los antojos no responden a necesidades ni a nada lógico, son simples ataques de vicio.
Total, que a la vuelta del tren, ocho y media, incrédula de mí misma, paso de largo la salida que conduce a casa y tiro para el pueblo a consumar mis deseos.

Y aprendo algo: los lunes no abre la churrería.

Dudando entre esperar a que abra la oficina del consumidor para dejar constancia de mi queja y mi desolación y volver a casa con el rabo entre las piernas, he pasado por el horno de la esquina. Me acabo de zampar un trozo de coca de aceite recien hecha y una ensaimada. La desesperación a veces lleva al exceso, pero no he podido evitarlo.

Lo peor esque sigo pensando en el chocolate con churros/churros con chocolate, y costará horas y seguramente una siesta poderme sacar temporalmente las ganas de la cabeza.

¿Crisis?

¿Qué crisis?

2 formas de verlo:

shichimi dijo...

efectivamente hay muchas formas de desolación
;-P

wildwildreally dijo...

uffff consigue ya churros con chocolate!!!!