25 de diciembre de 2006

No he comprado casi nada

... solo un par de juguetes discretos a mi sobrino, por eso de que la navidad es especial sobre todo para los niños. El aún no se entera del porqué del aluvión de cacharros sonantes, rodantes, achuchantes y manoseantes que se le está viniendo encima: solo disfruta. Los niños pueden disfrutar de las cosas nuevas por el mero hecho de ser nuevas y eso no los hace políticamente incorrectos.
No he comprado nada más porque el resto de cosas que podría llegar a desear, o son superfluas y achacables a la avaricia pueril - véase el iPod de las narices -, o sencillamente no se pueden comprar, ni conseguir, ni fabricar...
Y es que si me llego a presentar en el mostrador de información de El Corte Inglés preguntando en que sección venden los recuperadores del juicio para papás seniles y por tanto de la felicidad para mamás abnegadas, no me extrañaría que me hubiesen detenido preventivamente por subversiva.
Seguro que a más de un soñador lo tienen en las mazmorras hasta después de reyes para que no alborote al gallinero.

Ladies and Gentlemen, vayan pasando por caja, que es Navidad.

2 formas de verlo:

Anónimo dijo...

Oh, que desprestigiado que está lo superfluo, y eso que nos resulta tan, paradójicamente, indispensable.

Milagritos Takamori dijo...

Tener sobrinos es el mejor espectáculo de la Navidad. Es cierto que se lo pasan bien, sin pensar en nada: comen como cerdos, berrean, dan patadas a los juguetes nuevos, se emocionan con las películas ñoñas. Lo de no tener autoironía hace tanto bien a veces.