19 de mayo de 2008

Antes creía en las cosas buenas a pies juntillas, sin necesitar demostración, con la seguridad aplastante que da la fé, por el mero hecho de sentirlas buenas. Pero eso se acabó.
No se exactamente cuando se acabó. Quizá por deformación profesional, porque he acabado liada en actividades bastante empíricas, o tal vez sencillamente porque la edad vuelve correosa a la gente, y también a mi.
A pesar de eso, es una suerte comprobar que las cosas que siempre he tenido como buenas de manera intuitiva, casi siempre resultan serlo también atendiendo a las evidencias palpables.
Por ejemplo los amigos. Grandes o pequeños, directos o colaterales, de toda la vida o conocidos de la cola del pan, que van dejando el rastro de los buenos ratos por toda la casa, como caracoles domingueros.

1 formas de verlo:

Noelia Mussol dijo...

me encanta el lento y paciente deambular de los caracoles.
Las cosas buenas pueden serlo porque creemos que son así y otras personas pensar que no son tan buenas o incluso que son malas. Pero los amigos, las personitas que nos hacen más felices los días, son algo bueno aquí y en el reino de los caracoles domingueros.