8 de agosto de 2007

en itinerancia

A pesar de los años que van pasando aún quedan en Madrid sofás para acogerme.
He preferido venir volando hasta un lugar donde los retrasos de tren no son noticia cada día para coger un regional de los que hace siglos que no uso, y llegar a mi pueblo. De paso intercambio cervezas y abrazos con amigos de toda la vida.
Me gustan los viajes con escalas, aunque tarde el doble se me hacen más cortos.
El tiempo pasa muy despacio aqui... Aparte de las nuevas carreteras, aeropuertos, barrios, túneles, y demás infraestructuras faraónicas encuentro la misma compañía, la misma conversación, el mismo rollo...
Madrid me sigue matando con la misma muerte.
Y como siempre me entra la paranoia de que en realidad sigo viviendo aqui, de que no me he ido, de que los últimos años en Catalunya los he soñado, de que algo me impedirá regresar y pasaré el resto de mis días ladrándole a la luna y soñando con el mar y los olivos.

3 formas de verlo:

Rampa dijo...

uff, pues no creo que sea paranoia ni que lo hayas soñado. aun recuerdo toda tu casa metida en mi golf, cargar la vespa en el tren, road movie hasta Barcelona, descarga la vespa del tren.... Que ajetreo de finde. asi que a menos que sea paranoia colectiva, me temo que es cierto.

Anónimo dijo...

Ja, ja, conozco esa sensación, a mi me pasa cada vez que vuelvo a la ciudad innombrable

Maine dijo...

Tienes razón, Madrid mata, pero de muerte muy dulce.